Un leon, despertandose en la
consumación de su serenidad, decidió dar un paseo por la montaña.
Se acercaba la noche a la verdad ultima,
y las piedras en el
rio, se frenaban altruistas espejando la
superficie tibia.
El león, curioso, acerco su hocico a la piel del rio,
olio esos dos centímetros que lindaban la costa y se estremeció al sentir desde
sus tobillos, la unión con el todo.
Las hormigas subieron una por una a
la pequeña cabellera y dibujaron mandalas de bienvenida.
Los pajaros , junto a los otros que no se dejan ver por los
vanidosos,
cantaron sinfonías ancestrales
disolviendo cualquier concepto humano que restaba entre los
presentes.
El viento paro en seco.
Las lagartijas completaron su trabajo derritiéndose en la
piel del joven león , regalando sus escamas en círculos.
La montaña , al notar en sus huesos minerales
el temblor de la transmutación,
llamo al fuego para que manifestase las bendiciones
que tanto intrigan a todos nosotros.
Los cuerpos de fuego bailaron afrotango hasta tirar un borez
180 hacia los conductos nasales del león, que en pose de picaflor, meneaba
agradeciendo el ritual inesperado.
El viento , cansado de estar congelado para la escena final,
avivo los aires y el ultimo rugido salvaje se hizo presente.
El sol y el dragon celeste, surgían juntos,
entre las llamas.